jueves, 24 de octubre de 2013

Crono, el teatro griego y la sociedad de Salem

Según la mitología griega, Crono fue el padre de los dioses, quien se comía a sus hijos para evitar que alguno de ellos lo destronara.

El teatro griego explicaba este mito como un destino repetitivo, ya que así como Zeus logra destituir a Crono, este último lo logra con su padre, Urano. Es el eterno ciclo en el que el padre se come a los hijos, y los hijos al padre, donde todo banquete es el cierre y la unión en el entorno familiar, donde para cualquier personaje es irreconocible el camino correcto sin la intervención de los dioses.

Para el renacimiento tales cuestiones no cambian demasiado, la eterna comunión se mantiene en el cristianismo, al igual que la incapacidad de los cristianos en tomar una decisión correcta sin la intervención divina, como lo dice la biblia y se interpreta en el teatro renacentista: la intervención de el Espíritu Santo en la concepción de Jesús, la intervención de los ángeles con sus mensajes que anticipan y preparan el terreno para la llegada de niño, el ángel que interviene ante la inseguridad de San José sobre la procedencia del niño y la concepción de María, entre otras cosas. El eterno "ser o no ser" al que apelaba el personaje Hamlet en su monólogo. La interminable incapacidad del hombre en la que un ser superior, decide.

Irónico es, que a pesar del cambio de pensamiento que se produjo en el renacimiento, sobre el hombre como el centro del universo y no Dios, tal ciclo de eterna comunión que viene dándose desde los griegos se repite aún en obras como Las Brujas de Salem, de Arthur Miller. Donde ya no es Dios, ni la religión si quiera, quien intercede ni es quien se come a sus hijos, sino mas bien una sociedad madre, donde todos son trabajadores y comulgan juntos, que se come a sus hijos mediante la envidia y la cortina de excusas que crea el cristianismo durante la época. Donde es irreconocible la salida correcta y solo es posible salvar al pueblo cuando la sociedad, el pueblo mismo, encuentra a Jhon Proctor culpable de todos los males que asechan en Salem.

Aún más irónico es el hecho de que la sociedad, el Crono de nuestros días, aún se come a los seres humanos, sin distinción de ningún tipo, haciéndonos seres incapaces de tomar decisiones fuera de los parámetros de la cultura, del entorno, porque es la única forma de ser parte de ella. Así como Crono debía comerse a sus hijos porque eran parte de él, así como este debía destituir a Urano de quién él mismo era parte.

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